El 7 de noviembre de 1917, el mundo se resquebrajó. El proletariado ruso, en estrecha alianza con el campesinado pobre, abatía al viejo orden en la tierra de los zares. Si el poder obrero sucumbió, anegado en sangre, en Alemania y en Hungría, renacería, imponiéndose al terror blanco, en medio mundo. Y aunque esta victoria fue efímera, durante medio siglo, al alcance de las bayonetas de la humanidad trabajadora, provista de un Estado, pertrechada con la ciencia revolucionaria, y armada con la fuerza de la verdad, latía, desnudo, el corazón de la bestia capitalista. El Gran Proyecto, parecía, se saldaría con la victoria del trabajo y del progreso, y con el fin, de una vez por todas, de la explotación del hombre por el hombre.

Creemos saber, tras innumerables errores, cuál es nuestro papel ahora mismo, cuál es el siguiente paso en esta carrera que hacemos a tientas. El proletariado, si quiere constituirse como clase revolucionaria, necesita de su Partido, de su vanguardia. Necesita, ineludiblemente, que los elementos más avanzados de su clase se fundan en el instrumento que debe encarnar y dirigir su lucha emancipatoria. Y la pugna por la consecución de este objetivo queda encarnada, primero, en la batalla por los principios que deben vertebrar esta lucha, su organización y su programa. Es por ello que, como primer paso, hemos creado este órgano de expresión, uno cuyo objetivo fundante es el esclarecimiento de las tesis revolucionarias. Un instrumento que deseamos que caduque pronto, pero uno que debe estar, en primer lugar, al servicio de la vanguardia comunista, hoy diseminada en una miríada de organizaciones y destacamentos. Esto, sin embargo, no implica que el proletariado «en general» no pueda encontrar aquí nada que le sea de utilidad, Al contrario de lo que no pocos creen, el proletariado no es ni mucho menos estúpido. Si esta publicación va dirigida a la vanguardia, ello se debe a que su objetivo es el de tratar, discutir y proporcionar un altavoz a los individuos y las tesis que se presentan como fundamentales para erigir el Partido del proletariado. Nada más.
Asumimos nuestro papel en esta colosal tarea con humildad. Y, en consecuencia, hemos escogido denominarnos «kursant». ¿Por qué? No negaremos que, en parte, este mote ha sido elegido por su sonoridad y sencillez. Pero es su significado, su historia, lo que nos ha llevado a escogerlo. En la Rusia del águila bicéfala, un курсант es un cadete, o un estudiante. Un «opositor». Pero en la Unión Soviética, la difunta patria de los trabajadores, el курсант fue algo muy distinto. Durante la Guerra Civil Revolucionaria, el término constituyó una denominación oficiosa para los oficiales en instrucción del Ejército Rojo de Obreros y Campesinos. Pero su sentido evolucionó, y la palabra adquirió el significado que hoy reclamamos: aspirante a militante del Partido Comunista. Para 1925, kursant era el hombre que estudiaba para ser comisario político-militar, la joven komsomol que preparaba su acceso al Partido y el obrero bolchevizado que luchaba para convertirse en representante de su soviet. Antes de la caída del socialismo, antes de la restauración capitalista en la Unión Soviética, kursant significaba querer ser comunista, de hecho y de palabra.

Camarada, tú que estás leyendo estas líneas, tú eres, como nosotros, un aspirante, un kursant. Nuestro trabajo te pertenece, porque le pertenece al proletariado. Reproduce lo que consideres cierto, y critica con vigor lo que consideres errado. Trabaja, si quieres, con nosotros. Pregunta por aquello que no entiendas, y clarifica aquello que no entendamos. Búscanos, igual que nosotros te buscamos a ti. Ayúdanos, como te ayudaremos, en favor de la más noble de las causas que existen: la lucha por la liberación de la humanidad. Por lo demás, esperamos que nuestro trabajo hable por nosotros.
– Kursant
El 7 de noviembre de 1917, el mundo se resquebrajó. El proletariado ruso, en estrecha alianza con el campesinado pobre, abatía al viejo orden en la tierra de los zares. Si el poder obrero sucumbió, anegado en sangre, en Alemania y en Hungría, renacería, imponiéndose al terror blanco, en medio mundo. Y aunque esta victoria fue efímera, durante medio siglo, al alcance de las bayonetas de la humanidad trabajadora, provista de un Estado, pertrechada con la ciencia revolucionaria, y armada con la fuerza de la verdad, latía, desnudo, el corazón de la bestia capitalista. El Gran Proyecto, parecía, se saldaría con la victoria del trabajo y del progreso, y con el fin, de una vez por todas, de la explotación del hombre por el hombre.
Pero, como sabemos, esta historia concluye con un fracaso: el nuestro. Si nos reclamamos herederos de las revoluciones pasadas, esto significa que nos ha sido legada la llama de la victoria, pero también la ceniza de la derrota. A los comunistas de hoy nos ha sido encomendada la histórica misión de restaurar la Revolución, de vindicarla. Y esta tarea, para nada fácil, tiene como condición el examen del fracaso. Y, a su vez, este examen será examinado por la práctica, único criterio de verdad. Será la historia, el avance incesante de la práctica social, lo que determinará la validez de cuanto hagamos.

Creemos saber, tras innumerables errores, cuál es nuestro papel ahora mismo, cuál es el siguiente paso en esta carrera que hacemos a tientas. El proletariado, si quiere constituirse como clase revolucionaria, necesita de su Partido, de su vanguardia. Necesita, ineludiblemente, que los elementos más avanzados de su clase se fundan en el instrumento que debe encarnar y dirigir su lucha emancipatoria. Y la pugna por la consecución de este objetivo queda encarnada, primero, en la batalla por los principios que deben vertebrar esta lucha, su organización y su programa. Es por ello que, como primer paso, hemos creado este órgano de expresión, uno cuyo objetivo fundante es el esclarecimiento de las tesis revolucionarias. Un instrumento que deseamos que caduque pronto, pero uno que debe estar, en primer lugar, al servicio de la vanguardia comunista, hoy diseminada en una miríada de organizaciones y destacamentos. Esto, sin embargo, no implica que el proletariado «en general» no pueda encontrar aquí nada que le sea de utilidad, Al contrario de lo que no pocos creen, el proletariado no es ni mucho menos estúpido. Si esta publicación va dirigida a la vanguardia, ello se debe a que su objetivo es el de tratar, discutir y proporcionar un altavoz a los individuos y las tesis que se presentan como fundamentales para erigir el Partido del proletariado. Nada más.
Asumimos nuestro papel en esta colosal tarea con humildad. Y, en consecuencia, hemos escogido denominarnos «kursant». ¿Por qué? No negaremos que, en parte, este mote ha sido elegido por su sonoridad y sencillez. Pero es su significado, su historia, lo que nos ha llevado a escogerlo. En la Rusia del águila bicéfala, un курсант es un cadete, o un estudiante. Un «opositor». Pero en la Unión Soviética, la difunta patria de los trabajadores, el курсант fue algo muy distinto. Durante la Guerra Civil Revolucionaria, el término constituyó una denominación oficiosa para los oficiales en instrucción del Ejército Rojo de Obreros y Campesinos. Pero su sentido evolucionó, y la palabra adquirió el significado que hoy reclamamos: aspirante a militante del Partido Comunista. Para 1925, kursant era el hombre que estudiaba para ser comisario político-militar, la joven komsomol que preparaba su acceso al Partido y el obrero bolchevizado que luchaba para convertirse en representante de su soviet. Antes de la caída del socialismo, antes de la restauración capitalista en la Unión Soviética, kursant significaba querer ser comunista, de hecho y de palabra.
Y nosotros no somos más que eso, aspirantes. Aspiramos a contribuir a nuestra causa, la de la Revolución Proletaria Mundial. Aspiramos a ser militantes de un Partido que todavía no existe, pero a la creación del cual queremos contribuir; a entregar nuestra vida y obra a una Revolución que todavía está lejos. Aspiramos a ser comunistas. Creemos que esta inquietud es compartida por los elementos más avanzados de nuestra clase.

Camarada, tú que estás leyendo estas líneas, tú eres, como nosotros, un aspirante, un kursant. Nuestro trabajo te pertenece, porque le pertenece al proletariado. Reproduce lo que consideres cierto, y critica con vigor lo que consideres errado. Trabaja, si quieres, con nosotros. Pregunta por aquello que no entiendas, y clarifica aquello que no entendamos. Búscanos, igual que nosotros te buscamos a ti. Ayúdanos, como te ayudaremos, en favor de la más noble de las causas que existen: la lucha por la liberación de la humanidad. Por lo demás, esperamos que nuestro trabajo hable por nosotros.
– Kursant