LA DEUDA MÁS ALLÁ DEL ESTRECHO

Kursant
7 de agosto de 2024


«¿Qué le debe el PSOE a Marruecos?» es, quizá, una de las frases más repetidas de forma acusatoria contra el gobierno encabezado por Pedro Sánchez. Esto, evidentemente, excita las fantasías de la reacción patria. ¿Qué le debe el PSOE a Marruecos? Hay quien dice que el DGED, el servicio de inteligencia marroquí, posee información «sensible» sobre algunos altos cargos españoles. Es posible. Que los dignatarios españoles tienen cierta inclinación a visitar burdeles bruselenses en los que son prostituidos menores de edad es un secreto a voces. Ahora, que este secreto se airee de forma pública no es buen asunto. A ellos, a los «marroquíes», se les atribuyó la entrada de una variante del virus Pegasus, de origen israelí, en los móviles de buena parte de los integrantes del Gobierno. No menos cierto es que el DGED conforma una verdadera «camarilla» que hace y deshace a su antojo, especialmente teniendo en cuenta el pésimo estado de salud y absoluto desentendimiento del monarca marroquí, Mohammed VI, del que, por cierto, se dice que ha contraído SIDA en uno de los burdeles parisinos que acostumbra a frecuentar. Esta información, debemos aclarar, ha sido publicada con casi total seguridad por el Centro Nacional de Inteligencia español, el CNI. Bueno, ésta, y mucha otra. Por ejemplo, también se dice que el rey Mohammed VI es homosexual. Esto, en combinación con la «cuestión» del VIH, cualquiera podría decir que el encargado de la sección de contrapropaganda del CNI es, como poco, «presa de los mitos de antaño». De todos modos, como maniobra de contrainteligencia es bastante pobre, pues la población marroquí, adoctrinada en un régimen que avanza hacia el fascismo a pasos agigantados, no solo rechaza vehementemente estas acusaciones vertidas sobre la figura a la que rinde culto, sino que accede a la información mediante canales proclives al régimen. Canales que, por otro lado, promueven el «Gran Marruecos», construido sobre los cadáveres de los rifeños y los saharauis a los que el ejército marroquí asesina a diario. En esto, lo de la propaganda, Marruecos es un país bastante moderno, si aceptamos esta vara de medir. Los medios marroquíes no tienen nada que envidiar a los españoles. Hace no muchos años la sensación que se desprendía de los medios generalistas sobre el clima en Cataluña era de «zona de guerra». Pero, aunque no hubo ni un solo muerto, y los disturbios fueron más bien esporádicos, castellanos y asturianos se preguntaban si realmente Barcelona era Ramadi, mientras que no pocos catalanes pensaban que en Madrid hondeaba ya, con brío renovado, el águila fascista.

Seguimos sin contestar qué le debe España a Marruecos. Al fin y al cabo, debe existir alguna razón por la que los dignatarios españoles se «humillen» en sus visitas a Rabat, por la que no pocos políticos patrios hablen de ceder Ceuta y Melilla, por la que la Marina Real permita que las embarcaciones pesquen en «nuestras aguas» y por la que, qué sabremos nosotros, España no haya bombardeado Marruecos con fósforo blanco todavía. Esta, al parecer de no pocos energúmenos, es una costumbre «sanísima» que se ha perdido. Por si algún camarada quisiera ser partícipe del orgullo nacional, le recordaremos que, durante la Guerra del Rif, sucedida entre 1921 y 1927, el Ejército empleó gas mostaza, difosgeno, cloropicrina y otros tantos agentes químicos de forma indiscriminada, envenenando ríos, abrasando aldeas y exterminando inocentes. ¡Todo por la Patria! Sí, todo por ella… Si Marruecos fuera un «enemigo natural de la nación», tal y como se empeñan en repetir los analistas geopolíticos y militares patrios, no habría razón por la que España, mucho más poderosa económica, militar y políticamente, no reconociera a la República Saharaui, armara al Polisario y, por qué no, favoreciera las relaciones diplomáticas con Argelia, rival de Marruecos.

Pero, ahora de verdad, ¿qué le debe España a Marruecos? Pues no poca cosa. De entrada «le debe» un control fronterizo férreo, uno que la opinión pública española no estaría dispuesta a permitir. Las administraciones españolas se suceden, pero el pacto siempre es el mismo: a cambio de lo que toque, la policía fronteriza marroquí mata sin miramientos a cientos de inmigrantes subsaharianos que intentan cruzar las vallas de Ceuta y Melilla, puntos de entrada a Europa por antonomasia. El ejército marroquí bombardea regularmente las columnas de refugiados que siguen las rutas trans-saharianas, y también patrulla los campos de refugiados que crecen como setas en su frontera con Argelia. A cambio, Marruecos obtiene algunos beneficios. La burguesía marroquí es, además, una excelente regateadora. En 2021, España acogió a Brahim Gali, presidente de la República Árabe Democrática Saharaui y secretario general del Polisario, que requería tratamiento médico por Covid-19. Gali es el máximo dirigente de una nación, el Sáhara Occidental, oprimida por España hasta 1976 y por Marruecos desde entonces. La llegada de Gali a España, llevada en secreto, fue descubierta por el DGED, que pronto ordenó el cese de vigilancia sobre las fronteras, permitiendo la entrada en tromba de miles de inmigrantes. La crisis concluyó en enero de 2023, cuando España entregó 120 millones de euros –un 0,0002% de los presupuestos del Estado ese mismo año– al régimen alauí. De este modo, los 37 muertos y cerca de 80 desaparecidos –casi todos ellos sudaneses– en el punto álgido de la crisis –la madrugada del 24 de junio de 2022– fueron olvidados, y el «desagradable» capítulo concluyó con un magnífico silencio institucional. Los 120 millones de euros cedidos por España pronto fueron invertidos en armamento, uno que Marruecos necesita para seguir ampliando su control fronterizo, ensanchar su ventaja frente a Argelia y reforzar el faraónico «muro marroquí», un sistema de fortificaciones que se extiende a lo largo de 2.720 quilómetros cuyo propósito es arrinconar al pueblo saharaui en el desierto.

España no es el único país que «cede» dinero a Marruecos. La Unión Europea –incluyendo España– otorga el 25,2% de la Ayuda Oficial al Desarrollo del país, sea mediante préstamos –que en 2017 alcanzaban los 471 millones de dólares– o mediante subvenciones –que alcanzaron los 270 millones de dólares en el mismo año–. El segundo valedor del régimen marroquí es Francia, que otorga 368 millones de dólares extra en concepto de préstamos y otros 170 millones en concepto de subvenciones por cuenta propia. Esto no debería ser sorpresa, pues los intereses de Francia y España en el país están alineados. Aquí encontramos la segunda «gran deuda» de España a Marruecos: la exportación de capitales.

Veamos la procedencia de las importaciones marroquíes:1

Y ahora veamos el destino de las exportaciones2:

Estos datos, del año 2022, y extraídos del ICEX España Importaciones y Exportaciones –entidad patronal estatal– demuestran la fuerte vinculación comercial entre España y Marruecos. A ojos de los camaradas poco experimentados podría parecer que España es la dependiente de Marruecos en este tira y afloja comercial. Tomando «nuestra patria» como referencia, el porcentaje de importaciones –22% del total del comercio exterior marroquí– es superior al de exportaciones –el 16%–. Sin embargo, el volumen total de exportaciones españolas a Marruecos alcanzó la cifra de 11 mil millones de euros en 2021, siendo el producto estrella el petróleo refinado, cuya venta alcanzó la cifra de 1,5 mil millones de euros. Las exportaciones marroquíes a España en el mismo año rozaban los 8,5 mil millones de euros. El producto estrella: el cable aislado de producción marroquí, en el que la burguesía española gastó 1,38 mil millones de euros. En las relaciones comerciales con Marruecos, España tiene una tasa de cobertura del 130%. La «tasa de cobertura» no es otra cosa que el porcentaje hipotético de mercancías importadas que un Estado puede pagar con las exportaciones realizadas a un mismo país. España no solo «costea» el total de la compra de mercancías marroquíes con sus exportaciones, sino que con lo recibido en un año podría pagar las importaciones de los primeros cuatro meses del año siguiente.

Centrándonos únicamente en los valores de uso, las exportaciones españolas son cruciales para el desarrollo de la economía marroquí, pues España exporta medios de producción. Según el Observatory of Economic Complexity –OEC–3, en 2020 y en orden, los cinco principales grupos de mercancías exportadas son los combustibles minerales, aceites minerales y productos de su destilación, sustancias bituminales y ceras minerales, representando un 13,1%; los reactores nucleares, calderas, maquinaria y electrodomésticos mecánicos, que suponen un 11,6%; la maquinaria eléctrica y equipo y piezas de la misma, grabadoras y reproductoras de sonido, –sin ensamblar–, un 10,4%; los vehículos, un 10,6%, y los productos químicos, capitaneados por los plásticos, que representaron un 6,45%. Marruecos, por el contrario, exporta bienes de consumo. En el mismo año, también según el OEC y también en orden, tenemos la maquinaria eléctrica y equipo y piezas de la misma, grabadoras y reproductoras de sonido, imagen de televisión y grabadoras y reproductores de sonido –ensambladas–, constituyendo un 29,6% del total; los accesorios de ropa y ropa; no tejido ni tejido, un 14,9%; los vehículos, un 9,89%; las frutas y nueces comestibles, incluyendo la pelea de cítricos o melones, un 5,95%; y los animales acuáticos, un 5,84%.

Esto cobra todavía más sentido teniendo en cuenta un último factor: las inversiones directas en Marruecos, de las que España solo representa un 5%. Veámoslo:

De estas inversiones extranjeras, la enorme mayoría están destinadas a la producción industrial. En 2020, la surcoreana Hands Corporation emplazó en Tánger una planta de fabricación de llantas de aluminio, facilitando el ensamblaje de la planta instalada en 2017 por la francesa Renault que cuenta con el apoyo financiero de la empresa automovilística holandesa Stellantis. La planta de Renault y la antiguamente rumana Dacia, ahora subsidiaria de Renault, instalada en Kenitra, cerca de Rabat, se encargará de producir el primer automóvil destinado al mercado interno marroquí, el «Neo», que será lanzado al mercado con un precio estimado de 17.000 euros.

Pero el caso español en Marruecos es distinto. Francia, Estados Unidos o el Reino Unido exportan su producción a Marruecos para abaratar costes, pero la producción que se realiza allí es diseminada por todo el mercado internacional. Por ejemplo, la producción del Citroën C3 en la planta de Citroën –ahora propiedad de Stellantis– en Kenitra, se acerca a su objetivo: las 450.000 unidades anuales. Estos coches serán comprados por particulares en China, España, Francia y Eslovaquia, en este orden. Pero la inversión industrial española en Marruecos es de autoconsumo. La vinculación estrecha entre los gobiernos de ambos países, los bajos costes de transporte dada su cercanía y la alta dependencia productiva del país respecto a España engendran un caso de simbiosis –o parasitismo– extraordinario. Ocurre así con la agricultura –incluyendo la marihuana–, con el ensamblaje de auriculares y grabadoras y con las fases finales del refinamiento de fertilizantes, altamente contaminante. En 2021, según el informe «Marruecos, nuestro socio comercial más destacado en el norte de África» elaborado por la Confederación Española de Organizaciones Empresariales –CEOE–, 669 empresas españolas poseían al menos el 10% de capital de un número indeterminado de empresas marroquíes, y 524 empresas del país eran filiales de empresas españolas. Pero el caso más extraordinario es el de Inditex que, tras el «boom» económico del sudeste asiático y su consiguiente aumento de los costes salariales e incremento de las presiones gubernamentales, reubicó su producción en el norte de África. Inditex subcontrata a casi 200 empresas marroquíes que, a su vez, emplean a 90.000 proletarios en condiciones infrahumanas. Marruecos posee uno de los doce clústeres4 de la producción de Inditex en todo el mundo.

El PSOE todavía le debe una cosa más a Marruecos: proletarios. En un país con una tasa de natalidad de 1,23 hijos por mujer –y decreciendo–, con 9.131.829 pensionistas –lo que implica una inversión equivalente al 11,6% del PIB anual– y con una media de edad de 44,1 años, la burguesía española necesita mano de obra, más todavía si esta es barata. Según el informe «Indicadores Migratorios de Marruecos» del Observatorio Permanente de la Inmigración –OPI– publicado en octubre de 20235, en diciembre de 2022 la población con nacionalidad marroquí quedaba distribuida del siguiente modo en base a la edad:

Según el mismo informe, el 29 de septiembre de 2023 había 314.504 marroquíes afiliados a la Seguridad Social o, lo que es lo mismo, un 37,22% de los 844.943 residentes en el país. Excluyendo los regímenes especiales del mar –por cuenta propia y ajena– y de minería de carbón –pues entre todos ellos suman 874 trabajadores–, la afiliación queda del siguiente modo:

Para completar todavía más estos datos, acudamos a las cifras de parados en septiembre de 2023, también ofrecidas por el mismo informe, en función del sexo y la edad:

SexoEdad
TOTALHombresMujeres16-2425-3435-4445-5455 y más
88.18830.45557.5334.60917.00629.10123.31714.155
%3565519332616

Y en función del sector de empleo de actividad:

Sector de actividadParadosPorcentaje sobre el total de parados
TOTAL88.188100%
Servicios41.46947,02%
Sin empleo anterior25.85029,31%
Construcción8.4889,62%
Agricultura y pesca8.4039,53%
Industria3.9784,5%

Los camaradas podrán apreciar que la inmensa mayoría de los marroquíes afiliados a la Seguridad Social son asalariados: 188.976 de ellos lo están en el régimen general –industria y sector servicios–, 9.438 en el régimen general o el sector especial de empleados del hogar, y 87.549 en el sector agrario. Éste último, el empleo de mano de obra marroquí en el campo, es bien conocido, así como lo son las comunidades específicamente marroquíes en los núcleos poblacionales que rodean las grandes explotaciones agrícolas. Núcleos tales como el de El Ejido y Santa María de Águila en el mar de plástico; los de las afueras de Logroño, como Viana u Oyón, o aquellos asociados al cultivo naranjero valenciano, como Algemesí, Alzira, o Abalat de la Ribera. Esta misma lógica aplica a los proletarios marroquíes empleados en otras ramas de la producción, que son concentrados, sea de forma relativamente espontánea, sea de forma planificada por las instituciones estatales, en los guetos de las grandes urbes. Así, los obreros marroquíes malviven en condiciones similares, empleados en trabajos similares, a cambio de sueldos igualmente miserables.

Si atendemos al total de población marroquí en edad de trabajar –632.122 personas– y descontamos aquellos afiliados a la Seguridad Social, encontramos que 317.618 de ellos no están empleados o, lo que es lo mismo, el 50,24% del total. Esto no se debe a la mitad de los marroquíes «no trabaje», en general. Volvamos a las cifras de afiliados a la Seguridad Social y veamos los datos desglosados por sexos.

HombresMujeres
AfiliadosNo afiliadosAfiliadasNo afiliadas
Número229.743123.87884.010194-491
% del total64,97%35,03%30,17%69,83%
TOTAL353.621287.501

Comparemos estos datos con las cifras ofrecidas por la «Encuesta de Población Activa» publicada en octubre de 2023 por el INE. La tasa de actividad dividida en sexos arroja los siguientes resultados: el 64,41% de los hombres trabajan o están en paro –en comparación con el 64,97% de los marroquíes–, frente al 54,7% de las mujeres –cerca de un 24% más que su contraparte marroquí–. No es que los marroquíes «no trabajen», sino que, y esto es lo verdaderamente relevante, existe una división sexual del trabajo muy marcada entre ellos. Ofrecer una explicación completa y solvente a esta cuestión escapa los parámetros de este artículo, pero podemos ofrecer algunos apuntes. Las condiciones de vida del proletariado marroquí en España son, en términos generales, inferiores a las de sus congéneres «patrios», y tal hecho, en conjunción con la segregación, facilita –o empuja– a la socialización mediante los círculos familiares cerrados, vertebrados y conectados a través del aparato político por excelencia en los países de mayoría musulmana: la mezquita. De ellas hablaremos en unos instantes. Pero centrémonos por un momento en la marcada división sexual del trabajo, deslindada a su vez en la también marcada división social por sexos. Podríamos decir que, de forma general, entre el proletariado marroquí impera un machismo mucho más marcado que entre el proletariado español. El peso del islam, un peso asfixiante, en general, pero especialmente para las mujeres, las personas no-heterosexuales y las personas trans, no es más que la «guinda del pastel», la consecuencia –que no la causa– de la forma en que se arregla la producción y reproducción social en Marruecos. El comunismo, la ciencia proletaria, es enemiga acérrima de todas las religiones, y el islam no es excepción: debe ser combatido con la misma fuerza con la que se combate el cristianismo. Pero, repetimos, el islam no es, por sí solo, el origen del problema. El islam practicado mayoritariamente en Marruecos, la variante suní, no solo condiciona y determina la vida del país, sino que, y esto es lo realmente fundamental, se ha fundido con ella, desarrollándose y mutando históricamente en consonancia con las necesidades de la producción nacional. La Constitución de Marruecos dice lo que sigue:

Artículo I.

Marruecos es una monarquía constitucional, democrática, parlamentaria y social.

Artículo III.

El islam es la religión del Estado, que garantiza a todos el libre ejercicio de las creencias6.

Si lo comparamos con Arabia Saudita, país de mayoría suní, observaremos que ésta siquiera posee una constitución. Cuenta, en su lugar, con la «Ley Básica de Arabia Saudita», dividida en ochenta y tres artículos y nueve capítulos. Su Artículo I dice que:

La Constitución de Arabia Saudita es el Sagrado Corán y la Tradición Profética del Profeta7.

Y su Artículo 5, «Sistema de Gobierno», reza que:

a. El sistema de gobierno en Arabia Saudita será monárquico.

b. El derecho de la dinastía se limitará a los hijos del Fundador, el rey Abdul Aziz bin Abdul Rahman Al Saud (Ibn Saud), y los hijos de los hijos. Los más elegibles de entre ellos serán invitados, a través del proceso de «bai’ah», a gobernar de acuerdo con el Libro de Dios y la Sunnah del Profeta.

El extremismo islámico es la manifestación del fascismo en un territorio determinado, con una idiosincrasia concreta y desarrollada históricamente, y sirve en beneficio de la fracción de la gran burguesía nacional que detente el poder. Si la España de Franco, fascista, encontraba parte de su ecléctico corpus teórico en el nacional-catolicismo, y la Alemania de Hitler, fascista, lo hacía en su ideal de la raza aria germánica, de tendencia unas veces cristiana y otras veces neopagana, el poder de los monarcas y jeques saudíes descansa sobre el islam. Sin embargo, sería como poco atrevido comparar el régimen saudí, plenamente fascista, con aquél de Marruecos, cuya fascistización en curso reposa sobre el liberalismo económico, el irredentismo chovinista y el ideal de superioridad racial sobre los saharauis y los amaziges. Que Marruecos avance de forma más o menos inimpedida hacia el fascismo se debe a la debilidad y necesidad creciente del régimen burgués desarrollado tardíamente por la subyugación colonial. Los engaños y el veneno ideológico que derraman contra el pueblo marroquí dan sus frutos: el proletariado puede constituir, no nos engañemos, el ejército de la reacción. Y el fascismo, a su vez, no solo es la reacción a la amenaza de la revolución proletaria. Si Marruecos divide su ejército en unidades diminutas, contingentes e inconexas, no es para mejorar su eficacia, sino porque Hassan II, padre de Mohammed VI, temía un alzamiento militar en su contra, tal y como lo hace su hijo. Que tal cosa suponga una masiva ampliación del gasto militar es irrelevante. Si la política exterior de Marruecos es aparentemente agresiva contra las potencias occidentales de las que su burguesía depende, como España y Francia, es porque a éstos últimos les son relativamente irrelevantes las bravuconadas de su vecino, y porque Marruecos necesita ocultar, de alguna forma, sus «vergüenzas» ante su propia población –como ocurre con su apoyo diplomático y militar a Israel–.

El proletariado marroquí que llega a España, pues, no es ajeno ni a la educación, ni la vida social, ni a la enfermedad ideológica propalada por los burgueses marroquíes. Si sus estructuras sociales reaccionarias perseveran aquí es por la miseria a la que se ven arrojados que, por más que relativamente inferior a la que sufrían en su país de origen, debe ser erradicada igualmente. Y las cacareadas mezquitas que, en España, que según el «Directorio de lugares de culto» elaborado por el Observatorio del pluralismo religioso en España son 1.747 en el momento en que se redacta este artículo, constituyen un sostén fundamental de esta forma de vida. Al proletario marroquí, desposeído de todo salvo sus manos, forzado a trabajar en la intemperie, haga frío o calor, nieve o llueva, solo le queda la familia cerrada y la fe en la vida ultramundana. Los vínculos familiares perseveran, y los remanentes patriarcales encuentran un hueco en los barrios obreros. Pero el proletariado marroquí no es reaccionario en sí mismo. En diciembre de 2022, y bajo la amenaza de una severa represión, el proletariado marroquí protagonizó grandes protestas contra sus verdugos. «Contra el aumento de precios, la opresión y la pobreza», contra el deterioro de los exiguos servicios sociales y la represión de las libertades democráticas. Y, por supuesto, contra las detenciones políticas. En agosto de 2023, Mohamed VI se vio obligado a conceder 2.052 indultos a un número equivalente de presos políticos. «Con motivo del glorioso Día del Trono, su majestad el rey Mohamed VI, que Dios le conceda la victoria, ha emitido su sublime y obediente orden de indultar a un grupo de personas, entre ellas detenidos y en libertad, sentenciados por los distintos tribunales del honorable Reino»8, decía el comunicado. Entre ellos, evidentemente, no figuraban los presos saharauis. Pero esta maniobra no fue fruto de la generosidad del monarca, sino de la necesidad. «No pica la abeja a quien en su paz la deja». Cruzando el estrecho una vez más, y volviendo a las mezquitas, si bien éstas se erigen como vector de socialización y radicalización –y buena muestra de ello son los imanes de Ripoll y Tortosa– no son inmunes al lugar en que existen. La población musulmana en España, aunque creciente en términos absolutos, se reduce en términos proporcionales. La tasa de natalidad del proletariado inmigrante, una vez éste se ha hecho a la forma en que se arregla la vida en España, cae de una forma similar a la de la población nacional. La religión musulmana tampoco existe en el éter: hay un descenso global de practicantes. El Barómetro Árabe de Encuestas revela que, entre 2012 y 2019, el porcentaje de población irreligiosa en Marruecos creció del 3% al 12,7%, cifra que alcanza el 22,4% si atenemos a la población de entre quince y veintinueve años. Tal tendencia es manifiesta en todas las religiones, decrecientes ante el imparable avance del capitalismo y sus ciencias formales. Y la población que vive y trabaja en España no es la excepción.

El proletariado inmigrante, en general, y el marroquí, en particular, es golpeado por el sol abrasivo del campo, el frío entumecedor en la obra, y por las fuerzas del Estado en sus redadas. Su juventud, falta de oportunidades y hecha a una dureza sin parangón, bebe y se droga, tal y como lo hace la española, y golpea con más frecuencia que ella todavía. En «La Madre», magnum opus de Gorki, el escritor dedicaba las siguientes líneas al proletariado ruso:

En sus relaciones, predominaba un sentimiento de animosidad al acecho, que dominaba a todos y parecía tan normal como la fatiga de los músculos. Habían nacido con esta enfermedad del alma que heredaban de sus padres, los acompañaba como una sombra negra hasta la tumba, y les hacía cometer actos odiosos, de inútil crueldad9.

Y el proletariado ruso, empujado por estas condiciones y dirigido por los más avanzados de entre ellos, los bolcheviques, hizo la revolución. El proletario marroquí no solo engrosa las filas de los asalariados y del ejército industrial de reserva, sino que, gracias a la miseria a la que es sometido, todavía se le puede encontrar otro uso. Nos referimos, claro, a su «empleo» involuntario como munición electoral, como protagonista del relato fascista y del «análisis» higienista, como cabeza de turco, depositario de todos los males que carcomen a unos barrios obreros que nunca antes habían sido tan seguros.

Reformulemos, pues, la pregunta. ¿Qué le debe la burguesía española a Marruecos? Mucho. ¿Qué le debe al proletariado marroquí? Muchísimo más. ¿Qué le debe el proletariado de España a la burguesía marroquí? Nada. No, mucho más que nada: la retaliación. ¿Qué le debe el proletariado español al proletariado marroquí? El deber del internacionalismo proletario, la camaradería y el fuego de la guerra revolucionaria.


  1. “Comercio Bilateral de Servicios España-Marruecos 2022.” Comercio bilateral de servicios España-Marruecos 2022. Visitado el 11 de julio de 2024. https://www.icex.es/es/quienes-somos/donde-estamos/red-exterior-de-comercio/MA/documentos-y-estadisticas/estudios-e-informes/visor-de-documentos.comercio-bilateral-espana-marruecos-2022.doc097202209. ↩︎
  2. Íbid. ↩︎
  3. “Spain (ESP) Exports, Imports, and Trade Partners.” The Observatory of Economic Complexity. Visitado el 11 de julio de 2024. https://oec.world/en/profile/country/esp. ↩︎
  4. Un «clúster» no es otra cosa que una concentración industrial de una rama concreta de la producción en un territorio geográfico delimitado. ↩︎
  5. “Indicadores Migratorios Marruecos.” Indicadores_NoUE.knit. Visitado el 11 de julio de 2024. https://www.inclusion.gob.es/documents/2178369/3569642/Indicadores_Marruecos.html. ↩︎
  6. Constitución del Reino de Marruecos. Rabat, Marruecos, 2011. https://www.usc.gal/export9/sites/webinstitucional/gl/institutos/ceso/descargas/Const-Marruecos-2011_es.pdf. ↩︎
  7. Saudi Arabia – constitution. Visitado el 11 de julio de 2024. https://web.archive.org/web/20050116051755/http://www.concourt.am/wwconst/constit/sarabia/sarabi-e.htm. ↩︎
  8. Serrato, Fran. “Mohamed VI Excluye a Los Presos Políticos Saharauis En Sus 2.000 Indultos.” THE OBJECTIVE, 1 de agosto de 2023. https://theobjective.com/internacional/2023-08-01/mohamed-vi-presos-politicos-saharauis-indultos/. ↩︎
  9. Gorki, Máximo. La Madre. Arganda del Rey, Madrid, España: Edimat Libros, S.A, 2019. ↩︎